La línea que separa el cielo del infierno.

Hoy, 23 de junio de 2012, cumple 40 años el mejor jugador que han visto mis ojos. Técnica, regate, elegancia... Hablo, nada más y nada menos, del gran Zinedine Zidane. Hoy recordaremos uno de sus episodios en el que pasó de tocar el cielo con la yema de los dedos, a quemarse en el infierno. Hablamos de la Final del Mundial de 2006, donde se enfrentó Francia a Italia, y en lo que pasó esto: 

Era el minuto 7 de la primera parte, y Marco Materazzi derribaba a Florent Malouda en el área italiana. Ahí estaba él: Zinedine Zidane, delante suyo: Gianluigi Buffon, el por entonces mejor portero del mundo.

Solo él, solo Zidane podía ser capaz de algo así, en una final del mundo, con la máxima presión, delante suyo al mejor arquero del planeta... Solo él podía ser capaz de lo siguiente (por favor, poneros los cascos y escuchar la música, ¡se me pone el bello de punta!):

Así lo hizo, un 'Panenkazo' que toca en el larguero, se mete dentro y se va por donde ha venido. Muchos dicen que ese penalti fue de suerte, que Zidane nunca quiso ponerla ahí, pero, conociendo a Zidane, ¿quién duda de que no quiso ponerla ahí?

El partido seguía y Marco Materazzi, autor del penalti anterior, mete a Italia en el partido con un tremendo testarazo donde poco pudo hacer Fabian Barthez.

Una vez en la prórroga, en el minuto 110, llegó el momento por el cual el señor Zinedine no tiene otro Balón de Oro en su palmares individual. Marco Materazzi recibía un cabezazo del capitán de la selección francesa.

Así se despidió Zidane, así cerró su carrera como futbolista uno de los más grandes de la historia. Se fue por la puerta trasera, por una acción que le privó de otro Balón de Oro que llevaba su nombre. Muchos lo recordarán por su cabezazo, pero yo prefiero recordarlo por sus ruletas, por sus controles imposibles, por sus goles de leyenda. Yo recordaré a Zidane como lo que fue, un mago del balón, y no por lo que hizo.